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Discurso de Claudia Mejía en la Graduación Utel Colombia 2025


Con calidez, cercanía y un profundo respeto por el camino recorrido, la Vicerrectora Académica de Utel, Claudia Mejía, se dirigió a los egresados de la Graduación Utel Colombia 2025. En representación del Rector, maestro David Stofenmacher, compartió un mensaje durante la ceremonia celebrada en Bogotá que no solo reconoció el logro académico, sino también todo aquello que lo hizo posible.

Palabras de la Vicerrectora Académica de Utel

Es un verdadero honor dirigirme a ustedes en nombre de nuestro rector, el maestro David Stofenmacher, quien me ha confiado la dicha de compartir este mensaje en un momento tan significativo.

Saludo con especial emoción a las familias y seres queridos que hoy también, de alguna manera, se gradúan. Pero por encima de todo, saludo a quienes hoy cierran un ciclo con orgullo y abren otro con esperanza. A ustedes, los graduados de la generación 2025, este día no representa un cierre, sino la evidencia viva de que han transitado un proceso profundo de transformación.

Estudiar, especialmente en un modelo en línea como el de Utel, exige mucho más que disciplina. Requiere carácter, visión y resiliencia. Ustedes no solo aprendieron contenidos académicos: aprendieron a organizarse, a autogestionarse, a sostener sus metas a pesar del trabajo, los horarios complejos y los sacrificios personales. Y eso, más que un título, es evolución.

Han demostrado que el aprendizaje no depende de un aula física, sino de una mente abierta. Que la universidad no es un lugar, sino una actitud. Y esa actitud, la de crecer, la de transformarse, es la que los ha traído hasta aquí. Porque el futuro no pertenece a quienes lo esperan, sino a quienes se atreven a transformarlo.

Permítanme platicarles algo breve. Cuando se planta una semilla de bambú, durante el primer año no ocurre nada visible. Tampoco en el segundo, ni en el tercero, ni en el cuarto. A pesar del cuidado y la paciencia, no hay señales de crecimiento. Pero en el quinto año, en apenas seis semanas, el bambú puede crecer hasta treinta metros.

¿Por qué tarda tanto? Porque durante esos años invisibles está construyendo algo fundamental: un sistema de raíces profundo y fuerte capaz de sostener su altura y resistir las tormentas. Así también es la vida.

Durante mucho tiempo ustedes estuvieron invirtiendo esfuerzos sin ver resultados inmediatos, estuvieron madrugadas enteras, pospusieron asuntos personales, vencieron batallas internas. Aunque no siempre fuera visible, en realidad estaban construyendo algo esencial. Estaban echando raíces.

Cuando hablo de raíces, no me refiero solo al esfuerzo académico. Me refiero a algo aún más profundo, a todo aquello invisible que los sostuvo cuando parecía que nada cambiaba.

Las raíces que ustedes cultivaron están hechas de perseverancia y de amor. Amor propio para no rendirse. Amor por sus padres, por sus familias, por sus hijos, por sus sueños, por los ejemplos que desean dejar al mundo.

Están hechas de esperanza, esas pequeñas chispas que iluminaban los momentos difíciles: una palabra de aliento, una mirada de orgullo, un abrazo silencioso tras una jornada agotadora. Están hechas de paciencia, porque sabían que el cambio no sería inmediato y aun así siguieron. Están hechas de resiliencia, porque muchos de ustedes no solo eran estudiantes, también eran madres, padres, trabajadores, proveedores, cuidadores, soñadores, y aun así nunca dejaron de aprender. Están hechas de fe. Fe en ustedes. Fe en lo que podían hacer al intentar, incluso cuando todo era incierto. Y también, por qué no decirlo, están hechas de miedo, de incertidumbre. Porque fueron valientes no por no sentir miedo, sino por avanzar con él. Porque el coraje no es ausencia de temor, sino la decisión de seguir a pesar de él.

Cada vez que pensaron ‘no puedo más’ y aun así continuaron, estaban fortaleciendo sus raíces. Hoy su crecimiento es auténtico, no por todo lo que aprendieron, sino por todo en lo que se han transformado. No se detengan ahora. Esta graduación no es una línea de meta, es un punto de partida, una invitación a seguir creciendo, a seguir evolucionando.

Colombia, América Latina y el mundo necesita personas como ustedes: valientes, creativas, flexibles, profundamente humanas. Personas que no temen reinventarse cuando es necesario. Personas que entienden que evolucionar es un camino que no tiene fin. Este es su momento, pero no será el único. Vendrán muchísimos más. Cada etapa que enfrentarán será una nueva oportunidad de transformación. Sean valientes, sean curiosos, sean flexibles, pero sobre todo, nunca dejen de evolucionar.

Utel les entrega un diploma, pero ustedes se llevan algo aún más poderoso: la conciencia de su propia capacidad. Y eso no se enmarca, eso se siente en el interior y se vuelve parte de la piel. Porque ahora saben que pueden sostener una meta durante años. Que pueden organizar su mundo alrededor de un sueño. Que pueden levantarse después de cada caída. Que pueden construir incluso sin tener certezas. Que pueden aprender en medio del caos. Que pueden cuidar a otros sin dejar de cuidarse a ustedes mismos. Que pueden empezar de nuevo tantas veces como sea necesario. Saben que pueden transformar el miedo en impulso, la frustración en paciencia y el cansancio en propósito. Saben que valen, que importan y que cuentan. Esa conciencia no se pierde. Esa conciencia es ahora suya para siempre, y los acompañará en cada decisión, en cada reto y en cada nuevo comienzo.

Desde donde estén, recuerden siempre que Utel no fue solo una universidad. Fue el espacio en donde sembraron disciplina, enfoque y propósito. Aunque hoy cierren esta etapa, sus raíces siguen y seguirán vivas. Lo aprendido no termina aquí. Sigue latiendo en su forma de trabajar, de liderar, de acompañar, de vivir cada día. Así que salgan allá fuera con orgullo, con la frente en alto, no solo porque hoy se gradúan, sino porque han cultivado lo más importante: la certeza de que pueden construir un mundo mejor.

Felicidades, generación Utel 2025. Sus raíces están listas. Ahora es tiempo de florecer.

Con estas palabras, la Vicerrectora Académica Claudia Mejía cerró un discurso cálido y esperanzador que quedará grabado en la memoria de los presentes. Su mensaje fue un recordatorio de que la verdadera educación transforma y deja una huella imborrable en quienes deciden aprender para crecer.


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